¿De qué se trata?

El único objetivo de este blog es publicar un libro secreto, que no se consigue en las librerías, con claves para conocerse más y vivir mejor. El texto cayó en manos del editor de este sitio hace muchos años y fue el puntapié inicial para transformar su vida. Este blog no persigue ningún objetivo comercial, ni pretende generar clientes o adictos. Tampoco, averiguar datos de los visitantes. Solamente se trata de compartir una enseñanza importante. Si le sirve, si le resulta interesante, divúlguelo. Coménteselo a sus amigos.
Está permitida la reproducción y libre distribución del texto.

Breve introducción

El cultivo de las cualidades espirituales dio origen, hace miles de años, a las grandes religiones (también a otras de menor repercusión). Y las religiones crearon valores que no hacían otra cosa que tratar de ordenar la vida del hombre en sociedad y preservar su salud.
Hoy, a los estudiantes de abogacía, de ciencias políticas y de otras disciplinas cercanas se les enseña que las primeras leyes con las que nacieron los Estados modernos fueron una manera de pasar en limpio y sistematizar conceptos religiosos ancestrales. Establecer un código de sanciones para quienes no cumplieran con los preceptos aceptados por la mayoría, con el objetivo de armonizar la vida grupal.
Así, en el Código Penal de cualquier país del mundo de hoy pueden hallarse rastros de los mandamientos judeocristianos, que bajo diferentes denominaciones y con distintos matices nacieron en casi todas las culturas del mundo, antes y después.
¿Qué es lo que se castiga con la cárcel o con el pago de abultadas multas? Se prohíbe matar, robar, estafar y diferentes acciones surgidas de la codicia (ya sea en su rama monetaria o en su rama carnal, como el abuso sexual). Es decir, se prohíbe casi lo mismo que prohíben las religiones a sus feligreses.
Las leyes del ordenamiento jurídico y aquellos valores religiosos tienen la misma finalidad: permitir que el hombre desarrolle sus capacidades sin ser devorado y sin devorar a nadie.
Este texto intentará ser como un sonajero que ayude a despertar las facultades espirituales dormidas -evitando la tentación del fanatismo- para lograr así comprender la importancia de aquellos valores que no deberían pasar de moda. Para que podamos sobrevivir.

Cap. 1 - Preguntas y respuestas

¿Respirar hondo en lo alto de una montaña o caminar por la zona céntrica de una gran ciudad entre bocinazos y empujones? ¿Beber agua pura del río o agua contaminada con metales pesados?
El planeta es una grano de sal extraviado en un universo interminable y desconocido. Un misterio que contiene estrellas, planetas, campos magnéticos y secretos que están ahí para que alguien los descubra. Un salón de baile sin puerta de entrada ni de salida. Los científicos reconocen que la humanidad aún no ha podido conocer los secretos de su propio barrio, la Vía Láctea (la galaxia a la que pertenecemos), y que apenas se alejó tres o cuatro veredas de su casa -porque alguna vez se fue a la Luna; cada tanto parte una misión no tripulada a sectores relativamente cercanos del espacio-.
¿Qué nos conmueve más? Un bosque virgen donde armoniosamente conviven miles de organismos vegetales y animales (es decir, formas de vida) o el edificio más alto del mundo, hecho de cemento, hormigón y hierro. ¿Hay una computadora que pueda compararse con la gloriosa complejidad que tiene el funcionamiento del cuerpo humano o, para ser más singular, el cerebro? ¿Qué experiencia nos hace sentir mejor, caminar sobre un glaciar o tomar un ascensor, llegar a la oficina y dar comienzo a una complicada reunión? ¿Ser nombrado presidente de la empresa o presenciar el nacimiento de un hijo?
El primer paso en el camino es empezar a hacerse preguntas. Después viene el despertar, que suele ser, a la vez, revelador y doloroso. Darse cuenta de que si el mundo está así -hambre por doquier, guerras, egoísmo, agotamiento de los recursos naturales...- es porque nuestra civilización se equivocó en el pasado remoto, en el reciente, y hoy se equivoca. Si una porción importante de nuestras experiencias cotidianas son displacenteras, entonces elegimos el rumbo equivocado. Si la manera en que los hombres viven conduce al aislamiento, a competir con fiereza por una miga de pan, al odio, puede decirse que nuestra cultura no construye. Destruye.
¿Quién puede encontrarle sentido a una vida en la que cada vez es más difícil ser feliz? ¿Qué valor tiene una vida que, con sus industrias y sus hábitos, desprecia a todas las formas de vida conocidas? Se elige dominar antes que crecer, someter en lugar de acompañar, ganar y no solucionar.
A pesar de todo, está ahí. El sentido de todo esto espera que nos demos cuenta. Que hagamos algo para recuperar la paz. El sentido de la vida es derribar mitos que no nos permiten despegar. Es el agua, el aire puro, el cielo y las estrellas. Porque el sentido de la vida es la vida misma.
El sentido de la vida es crecer, superar estructuras que enfrentaron a hermanos con hermanos. Darse cuenta y actuar, sin lastimar. Cambiar el mundo, de a poquito. Sin armas, sin heridos ni muertos. Desnudando nuestro interior y buscando el corazón de los demás.
A lo largo de estas páginas, sin otra ambición que no sea la de colaborar, voy a compartir con ustedes un conjunto de ideas que me ayudaron a desarrollar mi espiritualidad. Y a soñar con un futuro diferente.

Cap. 2 - El tiempo

El tiempo es tirano. Dale, dale que llegamos tarde. Disculpame, me están esperando. Está en una reunión. No tuve tiempo ni para secarme el pelo. Hoy tuve un día terrible, hice de todo. ¿No te podrías apurar un poquito? El tiempo vale oro. Hoy tengo la agenda muy cargada. ¿La semana que viene te queda bien? Uff... estoy corriendo de un lugar a otro. Nos tenemos que apurar porque a las ocho cierran. Cambiá de canal que ya empieza... ¡mirá ya empezó! Si no llego temprano no voy a conseguir turno. Salí tan apurada que ni siquiera desayuné.
Una página entera podría escribirse -o más- con las frases que escuchamos habitualmente que dan cuenta de la falta de tiempo. Y que reflejan que vivimos corriendo detrás de quién sabe qué.
En este mundo, todo lo que escasea se convierte en tesoro. Las frutas más caras son las que crecen poco, por ejemplo. Los diseños de ropa exclusivos cuestan una fortuna porque sólo hay un vestido como ese en todo el planeta. Un reloj -por elegir un objeto en particular- que tiene más o menos los mismos atributos que otro reloj de calidad, pero que sale más caro, tiene más valor porque pocos pueden pagarlo. Es, entonces, signo de distinción. De poder.
Siguiendo esas reglas del mundo materialista, quien tiene tiempo hoy es rico. El tiempo escasea, se escurre, y todo lo que escasea se cotiza alto. Por eso nadie tiene tiempo, porque este sistema no funciona si todos son ricos, si todos tienen tiempo. Tiempo para pensar, para criticar, para replantear las cosas.
El monstruo sólo camina si hay distinción y poder para unos pocos. Esos que consumen los productos más caros. Los que pueden decidir qué hacer con su tiempo y con el de los demás.
El mundo de hoy está armado para que los ricos, en particular, y los países centrales, en general, modelen a la humanidad sin enfrentar límites importantes. Entonces, no hay tiempo. No hay tiempo para descansar, no hay tiempo para leer, no hay tiempo para pensar.
Pero sí hay tiempo para producir (sólo una parte de la producción va al salario) y para invertir lo mucho o poco que nos sobra en una variedad de entretenimientos, que, en resumen, nos dejan sin plata y -oh casualidad- sin tiempo. En consecuencia, buscamos trabajar más para algún día llegar a tener más plata y más tiempo.
Pero los billetes se gastan con facilidad. Cada vez es más corto el lapso antes de que salgan nuevos modelos (de auto, TV, heladera, ropa, etcétera) y adelantos electrónicos...
Así, si tenemos un título universitario, iremos a buscar un posgrado, para ser más competentes. Entonces, se le sumarán obligaciones y horas de trabajo a nuestro cerebro. Y si ese diploma ya está colgado en la oficina, pelearemos por una maestría o por el puesto de nuestro jefe. O intentaremos armar un negocio. Eso, claro, para ganar prestigio, dinero, diversión... ego. Todo eso, jugando una carrera contra el tiempo.
Y, como siempre, con la cabeza bombardeada por los mensajes de los medios masivos de comunicación y de la publicidad (letreros y carteles adelante, atrás y a los costados), que nos incitan al consumo, y que no dejan de perseguirnos en la calle, en la parada del tren, ni en la terminal de aviones.
Hombres y mujeres que sonríen con un objeto en la mano, que prometen la felicidad a cambio de comprar pedacitos de plástico baratos, caros y carísimos. Llega un punto en el que necesitamos distraernos, enajenarnos, para seguir soportando. Ahí, le abrimos la puerta a más mensajes, generalmente superficiales, a través de la televisión, internet y/o la radio.
¿Podemos pensar libremente sobre nuestra vida y sobre el mundo en que vivimos bajo estas condiciones?
Aun si tuviéramos un paréntesis de uno, dos o cinco días libres no podríamos desacelerar del todo nuestro ritmo mental.
El tiempo es un tesoro. Y en la actualidad es uno de los tesoros más grandes porque nadie tiene ni un ratito. Porque este sistema egoísta y mecánico no se sostendría si los ciudadanos tuvieran algo más de tiempo para cuestionar, para hilvanar ideas. Para escuchar los propios sentimientos, para saber si se eligió el camino correcto.
Los que tomen la decisión de liberarse, deben hacerse un tiempo y respetar "su" tiempo. Podrán utilizarlo cómo quieran. Unos practicarán meditación, otros elegirán debatir sobre algún tema con amigos. Aquel leerá los libros que le gustan, este otro irá a correr a la plaza, para poner en movimiento los músculos y despejar la cabeza.
Atención: es importante no confundir el tiempo del descanso con el tiempo para despertar la mente, que no son lo mismo. Sin el descanso, nada puede hacerse bien, ni siquiera pensar. Por eso, la cuestión no es tan simple. No se trata de robarle horas al sueño, si no de dejarse una o dos horas al día completamente libres, despojadas de obligaciones. Y que el cuerpo esté lo suficientemente descansado como para poder encarar alguna actividad estimulante y creativa.
Cuidado, porque el sistema en el que vivimos tiene sus mecanismos de defensa. Estamos acostumbrados a escuchar que aquel que tiene un rato libre durante el día es un vago o no tiene ganas de "laburar", una manera no tan sutil de condicionarnos, de mantenernos en la vorágine.
Cuando organizamos nuestra agenda de modo tal que logramos respetar nuestras dos o tres "horitas sagradas", es común que en nuestro propio entorno alguien formule críticas. Calma. Para el buscador espiritual, encontrarse con obstáculos será una constante. Es el precio que tiene crecer, evolucionar. Calma, después de los primeros pasos llegan, a su tiempo, las recompensas.
¿Por qué muchos hombres urbanos -desde los más simples hasta los encumbrados- suelen quedarse pasmados cuando escuchan sabiduría en la boca de un simple granjero o en la de un artesano? Esos mini-sabios nunca van a tener un auto importado ni sabrán lo que es caminar apurado por la zona céntrica de una gran ciudad. Pero desarrollan otras capacidades. Y solos, sin ayuda, comprenden algunos de los secretos del ser humano.
¿Cómo lo hacen? Simple, la actividad a la que se dedican les deja algo de tiempo para reflexionar. Y no tienen necesidad de salir corriendo.
Jamás elogiaría a los que se rascan, porque en un universo en movimiento (cosmos, ciclos de vida de las plantas y de los animales, fenómenos climáticos, etcétera) estar totalmente quieto es una enfermedad. Tan peligrosa como la de vivir tapado de actividades. Destaco a los que son ricos por el solo hecho de permitirse un rato libre, aunque trabajen durante una determinada cantidad de horas por día.
Este capítulo podría durar 1.000 páginas, pero creo que con lo que se dijo alcanza. No me voy a extender sobre otras consecuencias que se derivan de la misma causa, la falta de tiempo, como las enfermedades modernas que aparecieron a medida que se aceleró nuestro ritmo de vida. Un ejemplo: los trastornos de ansiedad, cada vez más frecuentes.
Todos deberíamos tener tiempo. El buscador espiritual debe hacer lo necesario para tener al menos un poco de tiempo.

Cap. 3 - Preceptos tradicionales que siempre tendrán vigencia

Las grandes religiones, corrientes espirituales y escuelas filosóficas, surgidas en distintos lugares del mundo y en diferentes épocas, han dejado como legado una serie de principios que conducen a la elevación espiritual. Son verdaderas herramientas para avanzar en el camino.
Muchas de esas máximas dejaron de escucharse mientras crecía el estruendoso funcionamiento de las sociedades actuales. A continuación se analizarán algunas de ellas.

Libre albedrío

Tenemos la libertad y el derecho de elegir cualquier camino, el que más nos guste. De caminar en una dirección o de ir en la contraria.
Lo que no podemos evitar son las consecuencias que las decisiones que tomamos generan. Pero nadie debe obligarnos a hacer nada que nosotros rechacemos, ni nosotros debemos someter a nadie. Porque cada quien debe elegir su destino y el precio que está dispuesto a pagar por él.
¿Qué quiere decir que no podemos evitar las consecuencias? Que si elegimos comer una fruta dulce, vamos a sentir un sabor dulce; si elegimos una amarga, la boca va a quedar con un gusto feo, al menos por un rato. Y si probamos algo que no conocemos, puede pasar una cosa, la otra, o una mezcla de las dos.
Nosotros decidimos por dónde caminar, qué arriesgamos, si vamos acompañados o solos, si nos dirigimos al Norte o al Sur. Podemos escuchar un consejo, pero la decisión final depende de nosotros.
Para crecer es necesario aprender a respetar nuestro libre albedrío (evitar que los demás decidan por nosotros o que nos presionen) y respetar el libre albedrío de los otros. Si aquel amigo, familiar o compañero no opina lo mismo que yo y va a hacer algo que puede salirle mal, él será responsable por sus propios actos y él deberá afrontar las consecuencias. Yo no puedo intervenir, porque quizá él necesite golpearse para evolucionar, así como yo también me equivoqué a lo largo de mi vida. Aprendí de esos errores.
Por eso, si elegimos caminar solos, después de hacer unos kilómetros no podemos culpar a los demás por nuestra soledad, porque nosotros la buscamos. Si llegamos al Sur y no nos gusta, tampoco podemos señalar culpables, porque nosotros quisimos ir hasta allá. Ahora, hay que enfrentar la realidad y sumar experiencia. Y, de paso, templar el alma.
La clave de todo esto es tomar las decisiones con absoluta libertad, informándonos sobre las cosas que nos interesan y obrando de acuerdo a nuestro propio punto de vista. Y dejar que los demás avancen o retrocedan de acuerdo a sus propias decisiones.
No puedo crecer si otro elige por mí. Si Marcelo estudia medicina en la universidad, no es su hermano el que va a recibir el título de médico, si no él mismo. Para lograrlo, tendrá que superar exámenes, miedos y errores. Y así demostrará que aprendió, que ya está apto para ejercer. El camino de la vida es parecido al del estudiante.

Ley del karma o de causa y efecto

El concepto original proviene del hinduismo -tal vez, la religión más antigua del mundo que haya logrado sobrevivir hasta nuestros días-, aunque también está presente en las obras fundacionales del hermetismo.
Sintéticamente, se podría decir que esta ley universal estipula que cualquier acto que llevemos adelante genera una consecuencia que tarde o temprano volverá a nosotros. Si el acto es malo, la consecuencia será algo negativo que nos tocará soportar. Si el acto es bueno, volverá a nosotros una energía, sensación o situación que nos ayudará.
Siguiendo esa lógica, en un sentido bien amplio, los hindúes consideran que si somos malas personas, en nuestra próxima vida nos tocará descender de categoría y encarnarnos en un animal o en un insecto, según corresponda. Si somos personas ejemplares, tendremos más chances de vencer al sufrimiento y liberarnos del eterno círculo de reencarnaciones, porque ya estamos preparados para pasar a una instancia superior.
Las escuelas espirituales de la actualidad suelen aplicar el sentido más particular: si hoy la estoy pasando mal, es porque ayer o anteayer hice las cosas mal. Si estoy sólo, es porque en los últimos años no supe dar cariño a quienes tuve cerca, por eso me dejaron. Si estoy rodeado de amigos, es porque supe relacionarme y apreciar a los demás. Por extensión, no odiar, para no ser odiado; amar, para ser amado.

Ley de polaridad

Hace referencia a la naturaleza dual del mundo en que vivimos: así como existe lo positivo, está lo negativo. La humanidad está dividida en lo masculino y lo femenino (sin que esto signifique que alguno de los dos géneros sea mejor); la Tierra tiene sus dos polos, el Norte y el Sur. Otros extremos: frío y calor, bien y mal, etcétera.
Como todo tiene su polaridad, cada fuerza o pulsión que desarrollemos generará una fuerza proporcional en sentido contrario. Cuando pensemos en el bien, o tratemos de realizarlo, también vamos a movilizar en nuestro interior aspectos o deseos negativos que deberemos enfrentar y, en la medida de lo posible, superar. Tenemos elementos positivos y negativos, dependerá de nosotros fortalecer alguno de los dos sectores.
Sólo los verdaderos "maestros" logran dejar atrás esa contradicción natural.

Ley de ritmo

Tiene cierta vinculación con la idea de polaridad y establece que todo tiene un movimiento pendular hasta que se alcanza la "iluminación", para caminar por un sendero recto, sin desbordes. Así como existen el invierno y el verano, el frío y el calor, nuestro crecimiento también pendulará, atravesará momentos de luz y momentos de oscuridad, hasta que pueda quedarse definitivamente en el punto de equilibrio.

Ley de correspondencia

Este principio sostiene que "lo afín atrae a lo afín". Si nuestra vida está llena de odios, sufrimientos y nos rodean personas indeseables, es porque en nuestro interior las cosas están mal, no estamos trabajando de manera correcta nuestra capacidad espiritual. Entonces, hay una correspondencia entre nuestro interior y los fenómenos exteriores que nosotros mismos atraemos.
Suele explicarse utilizando la máxima que reza: "Como es arriba es abajo y como es afuera es adentro". Se dice que conociendo cómo está conformado un átomo -un núcleo de neutrones y protones, con electrones que giran a su alrededor-, se puede trazar un paralelismo para describir como funciona el Sistema Solar y el universo. Así, estudiando en profundidad al ser humano y el funcionamiento de las sociedades humanas, se puede llegar a intuir como son las cosas en esa dimensión superior a la que el cristianismo llamó "Cielo".
En síntesis, si estamos en la oscuridad, vamos a llamar a la oscuridad. Y si estamos bien, en la luz, vamos a atraer a personas y situaciones positivas.

Perdonar y ser prudentes

"Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa (...) Oísteis que fue dicho: amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen". Mateo 5, 38-40 y 43-44 (Evangelio, versión Reina-Valera)
"Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti diciendo: me arrepiento; perdónale". Lucas 17, 3-4.
"He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas". Mateo 10, 16-17.
Poner la otra mejilla significa romper la espiral de violencia. Porque el que contesta una agresión con otra agresión contribuye a que se desencadene un ida y vuelta de violencia, un efecto dominó que puede transformar una discusión en una cuestión de honor, de vida o muerte.
El verdadero sentido de poner la otra mejilla es ese. Evitar que las partes en disputa redoblen sus apuestas hasta llegar a extremos peligrosos. Porque es así como se despierta el lado más oscuro del hombre (fantasías de venganza, de lastimar o de matar).
La espiral de violencia es un mecanismo psicológico que no sólo explica asesinatos protagonizados por hombres anónimos sino también numerosos conflictos armados entre países vecinos. Por eso, es vital encontrar un antídoto. Perdonar, poner la otra mejilla.
Claro que hay distintos caminos para disculpar.
Si la otra parte se arrepiente y muestra deseos de reparar su error, es casi una obligación hacerlo. Pero eso no significa deba entregar todo lo que se tiene solamente porque aquella persona pidió disculpas. Perdonar es confiar ciegamente en el otro y ofrecerle parte del patrimonio propio para que lo administre. Perdonar es como decir: “No te voy a condenar, ni voy a contar lo que me hiciste, porque quiero darte otra oportunidad, aunque va a pasar un tiempo hasta que pueda confiar en vos plenamente. Ojalá no me falles”.
Así, el que perdona se saca de encima la mochila de rencor y enojo. Y alivia la carga del que está enfrente, que siente remordimiento, culpa.
Pero, como dijo Jesús -según se lee en el Evangelio- es necesario ser blancos como palomas, pero también prudentes como la serpiente. Hay que ser muy prudentes porque, lamentablemente, los puros de corazón son como ovejas en medio de lobos.
Entonces, si aquel al que tengo enfrente no se arrepiente ni le interesa ser disculpado, lo más sano es tomar distancia. Evitarlo. También perdonarlo, pero en un sentido más espiritual o místico. Disculparlo interiormente porque no ha evolucionado lo suficiente como para permitirse pedir perdón y, casi seguro, como para perdonar a los que lo dañaron a él en otras situaciones. En el fondo, es como un chico que no sabe que sus actitudes generan dolor.
Uno puede sacarse la mochila del rencor otorgando el perdón del corazón, aunque manteniendo una distancia táctica, para evitar un nuevo choque.
La prudencia es vital para recorrer el camino. Porque si nos matan hoy, ya no vamos a poder mejorar el mundo mañana. Vamos a avanzar, en cambio, si logramos influir en la sociedad que nos rodea sutilmente, de a poco. Si co-ayudamos a que se generen cambios en la forma de pensar, a que se abran las mentes y los corazones.
Si ponemos la cabeza en las fauces del león, es decir, si vamos a una derrota segura o generamos un gran escándalo, seremos neutralizados. Sea porque nos saquen de circulación o sea porque nos ridiculicen y hagan que la gente deje de respetarnos.
En resumen, el ejemplo de los grandes maestros
Se puede nombrar a cientos de líderes espirituales que conmovieron al mundo, desde Jesús hasta Mahatma Gandhi. La gran enseñanza que nos dejaron, y que podemos aplicar en nuestras vidas, es una combinación de firmeza y no-violencia. Porque ellos nunca dejaron de denunciar a los corruptos y de defender la libertad, pero, al mismo tiempo, no encabezaron movimientos violentos.
Considero que el mejor camino es ese: tomar conciencia de las cosas que están mal, mantenernos firmes, pero evitar la violencia.

No tirarles perlas a los chanchos

"No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen". Mateo 7, 6.
Si bien es cierto que debemos darle una oportunidad a todo ser humano que tenga la buena voluntad de escucharnos, otra vez tenemos que pensar en ser prudentes. No deberíamos revelarles nuestros secretos ni nuestras creencias a aquellas personas que se muestran agresivas o que tienen un estilo de vida totalmente enfrentado con nuestros puntos de vista. Es que, en esos casos, no sólo corremos el riesgo de desperdiciar el tiempo precioso que tenemos, si no que también podemos salir mal heridos.

Pureza e impureza

"La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. (...) Ninguno puede servir a dos señores: porque, o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro". Mateo 6, 22-24.
"¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre". Mateo 17-18.
Vivimos rodeados de impurezas, pero lo importante es no permitir que esa suciedad empiece a brotar de nuestro interior. Si tenemos luz y piedad en nuestra visión del mundo, no nos vamos a contaminar. Por el contrario, si dejamos que de nuestro corazón brote la envidia, la competencia descarnada, el odio, vamos a estar tan contaminados como aquellos a los que cuestionamos.

No juzgar, para no ser juzgados

"No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medis, os será medido". Mateo 7, 1-2.
El saber popular reinterpretó esta idea con la máxima: "No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hagan". Porque a mí no me gustaría que me hicieran daño. No me gustaría que me envidien, que me roben, que me levanten la voz, que me maltraten, que sean egoístas conmigo, que me empujen, que envidien algo que me tocó tener a mí... Entonces, si yo dejo de hacer todas esas cosas, personas que hasta hace un rato corrían el riesgo de sufrir un daño que yo, voluntaria o involuntariamente, les iba a producir, podrán seguir adelante sin recibir el latigazo.
Y si los que me rodean empiezan a comprender como funciona este principio, yo también voy a zafar del latigazo de ellos. Y todos, ellos y yo, vamos a vivir mejor. Y el paraíso nacerá en la Tierra. Porque si nadie hiciera lo que no le gusta que le hagan, las obras de todos serían constructivas, edificantes. Y no habría espacio para el odio, las divisiones y la violencia.
El mundo puede ser mejor si lo construimos de a poco, sin prisa pero sin pausa, utilizándonos como herramienta.
Vale la pena también recordar la visión más tradicional de este precepto (tan válida como la anterior), vinculada con lo sobrenatural. Estipula que hay leyes universales y un creador que se encargan de reprobar o premiar nuestra conducta, según corresponda. Así, si somos demasiado estrictos con quienes nos rodean, llegará el momento en que alguien que esté por encima nuestro (tal vez Dios) nos devolverá la gentileza y será igual de duro con nosotros.
Por eso, mejor tener una visión piadosa del ser humano, para que ese ser superior que está por encima nuestro tenga piedad con nosotros. Eso no significa que es necesario aprobar todo lo que hace el Hombre, todos sus errores, sino estar dispuesto a tolerar algunas faltas y a corregir las que se puedan señalando el camino correcto con respeto y amor. Y a desaprobar otras desde la no-violencia.
El desarrollo de las ciencias ha producido material teórico que viene a apoyar numerosos conceptos ancestrales. Con los avances de la psicología, por ejemplo, se ha entendido que muchos hombres son víctimas de su propia historia. Hay marcas difíciles de superar que suelen generar consecuencias ingobernables en aquel que no ha tenido tiempo de tratarlas.
Hoy se entiende que para poder juzgar a alguien en forma cabal y definitiva habría que tener acceso a una gran cantidad de información que en la mayoría de los casos no se posee: a qué tipo de educación tuvo acceso, si fue maltratado durante la infancia, si sufre o sufrió en el pasado graves problemas económicos, si por el contrario la abundancia material contribuyó a que creciera en un medio ambiente demasiado superficial y cargado de soberbia, cuáles son sus traumas o miedos, cuantas veces fue traicionado, etcétera.
En fin, para poder juzgar en serio habría que tener la capacidad de conocer como funciona todo el universo que vive dentro de esa persona, algo que resulta virtualmente imposible para nosotros.
Por eso, lo ideal es dejar que cada uno haga lo que pueda y, en todo caso, apuntar a mejorar la vida de los demás -y la propia- dando el ejemplo, no sentenciando. Poner límites, cuando es necesario, sin agredir.

Cuando el alumno esté preparado, el maestro aparecerá

No hay que desesperarse, todo tiene un porqué. La vida está llena de misterios y de señales contradictorias, pero muchos intuimos que hay una finalidad. Abundan los casos de personas que después de tener un accidente o una experiencia personal traumática modificaron su vida y se transformaron en hombres y mujeres positivos, constructivos.
También sobran los ejemplos de quienes se prepararon para dedicarse a una actividad y terminaron, por casualidad o de forma inesperada, en otro rubro que los condujo al éxito, aunque años atrás ni siquiera se lo hubieran imaginado.
Por eso les digo y repito: tengan calma. La máxima "cuando el alumno esté preparado, el maestro aparecerá" hace referencia a que las cosas que tienen que ocurrir sucederán, pero no cuando nosotros las busquemos sino cuando sea el momento justo. Mientras tanto, nuestra única preocupación debe ser la de no estancarnos y no desaprovechar lo que nos toca vivir.

Cap. 4 - Evitar el individualismo e ir a lo concreto

El camino de la evolución es largo. Y para que logremos crecer es necesario que tengamos ganas de ayudar. De mejorar el mundo en el que vivimos. Porque el crecimiento siempre está vinculado con la entrega. Evolucionar es ayudar a que los que nos rodean también puedan crecer a medida que avanzamos. Así se evita el odio de los que se quedan abajo y la soberbia de los que están arriba. Juntos y en paz podemos hacer más que aislados y/o enfrentados.
Todo aquello que promueve el individualismo fomenta el odio y la destrucción de la vida en sociedad. En cambio, los proyectos solidarios mejoran a las personas y ayudan a que afloren los sentimientos positivos.
Nunca hay que perder la fe en que las cosas pueden mejorar. ¿Qué es imposible para el Hombre? Vale el ejemplo: para un adolescente que recién empieza la carrera de ingeniería, liderar un proyecto para levantar una gran torre resulta imposible. Pero esa misma persona, una década después, con el título bajo el brazo más cuatro o cinco años de experiencia, está en el momento justo para concretar esa obra.
Lo que se quiere señalar es que hay pasos intermedios, estadios intermedios entre el punto de partida y el de llegada. Por eso, para cumplir con el anhelo de mejorar el mundo, es muy recomendable fijarse objetivos humildes pero tangibles. Y no obras monumentales que podrían cambiar a la humanidad de golpe, pero que son complicadísimas de llevar a cabo.
En la historia de la ciencia no hay casos de investigadores que se hayan dedicado a su profesión por tener como único objetivo ganar un premio Novel. Los que recibieron ese galardón (u otros), se sacrificaron trabajando en lo suyo durante años y descubrieron, al final del camino, que lo que parecía un conjunto de pequeños pasos se había transformado en una obra realmente trascendente. Si cuando recién empezaban su carrera se hubieran propuesto, lisa y llanamente, convertirse en ganadores del premio Novel, lo más probable es que los nervios, la ansiedad y la falta de estímulos a corto plazo los hubiera aniquilado.
Por eso, en lugar de soñar con desarrollos gigantescos, con ser los autores de cambios radicales, hay que empezar por lo tangible, mejorar aquello que está al alcance de la mano. Empezar por un desafío menor e ir superando etapas.
Así, el que sueñe con ser político para poder cambiar el sistema, en vez de querer ser presidente mañana, mejor que mañana vaya a la sede del partido político más cercano para preguntar de qué manera puede empezar a trabajar. Si no le gustan los partidos tradicionales, que reúna a los vecinos de la cuadra o que vaya al club del barrio a tratar de organizar un debate sobre el tema que le preocupa.
Del mismo modo, aquel que ama a los animales, que no aspire a abrir la fundación más importante de la historia algún día, si no que averigüe que organizaciones defensoras de los animales ya están en funcionamiento y cómo se puede colaborar con alguna de ellas.
Después, de a poco, se irá creciendo. Y si se está lo suficientemente preparado, llegarán desafíos mayores.
El que trabaja muchas horas por día no tiene tiempo para realizar una "cruzada" contra la desnutrición infantil. La prioridad es subsistir y cubrir los gastos. Pero sí puede acercarse a un comedor infantil que haya en la zona y ofrecerse para colaborar una o dos horas por semana. Y, en ese rato, conversar y darles un poco de cariño a los chicos.
La idea es ir a lo tangible, a lo que parece poco pero ya es algo.
Sería una inyección de energía colosal para el planeta si todos nos decidiéramos a hacer algo pequeño en vez de quedarnos en casa (o en el trabajo) soñando fantasías. En cambio, tener un proyecto humilde pero viable, puede ser el puntapié inicial para algo grande que vendrá dentro de unos años.
El concepto es aspirar a mejorar el mundo influyendo en la gente que conocemos y en los lugares que frecuentamos. No hace falta que resolvamos los problemas de un país entero. Primero, ayudemos a los que nos rodean (familiares, amigos, vecinos, instituciones que funcionan en el barrio).
No caigamos en el delirio de pensar que nosotros solos podemos hacer una revolución hoy a la tarde. Avancemos con paso firme, pero con calma.

Cap. 5 - No hacerse ilusiones con los poderosos

Cuando empezamos a abrir los ojos y a darnos cuenta de que el sistema funciona mal (hay hambre, pobreza, corrupción, la violencia se acepta más que hace treinta o cuarenta años) nos preguntamos por qué nadie hace nada para cambiar las cosas. ¿Por qué aquel político no reformula los usos y costumbres del Congreso como prometió durante la campaña? ¿Por qué mi amigo, que es un empresario exitoso y por ende debe ser inteligente, está satisfecho con el tipo de vida que llevamos? ¿Por qué defiende este sistema pese a que tiene miedo de morir en un asalto? ¿Por qué a las familias de mayor status no parece preocuparles que los alimentos sean de menor calidad y que contengan una mayor cantidad de químicos dañinos? ¿Por qué el intendente autorizó la instalación de una fábrica que va a contaminar justo acá, donde todavía no había llegado la polución ni el ruido de los autos? ¿Por qué si los informes científicos dicen que el planeta se encamina hacia la sobrepoblación nadie impulsa políticas razonables de regulación de la natalidad?
Existe una sola respuesta para las preguntas consignadas arriba (y para casi todas las preguntas): en los tiempos que corren, nadie va en contra de una forma de vida que lo ubica del lado de los "ganadores".
A aquel que por diferentes motivos -entre otros, su propia capacidad, claro- le toca triunfar, esto es, vivir bien y acceder a gran cantidad de bienes de consumo, le resulta virtualmente imposible detectar fallas en una estructura que lo deposita en un nivel superior al promedio.
La lógica es la siguiente: cómo voy a decir que esto es un error, si yo pude sacar provecho de esto.
Ni siquiera hace falta que nos encontremos con personas de pocos escrúpulos o inmorales para encontrar justificadores de nuestro sistema de vida (digo nuestro porque, inevitablemente, todos los seres humanos formamos parte de una gran sociedad globalizada). Hay mujeres y hombres de bien que llegan al lugar de los "ganadores" y, acostumbrados a vivir en un medio ambiente imprevisible y agresivo, prefieren cuidar esos pequeños éxitos personales antes que detenerse a observar las grietas. Pero no lo hacen con malas intenciones. Simplemente, ponen en práctica su sentido de la autopreservación. Porque ellos pudieron triunfar con esas reglas de juego y no saben si podrán hacerlo con otras. No quieren perder lo ya conquistado. Por eso no salen a pelear por un mundo distinto.
Para crecer, vale la pena sincerarse: generalmente, los que despertamos a una nueva visión de la vida hemos recorrido un camino con caídas, golpes y sinsabores. Y todos esos padecimientos, lentamente, nos fueron abriendo los ojos. Nos fueron mostrando que las cosas no funcionan tan bien, que no son tal como las cuentan en televisión y que, encima de todo, al planeta le quedan pocos años de vida si seguimos saqueando la naturaleza.
La mayoría de los que nos sentimos incómodos, los que nos apenamos por algunas costumbres difundidas, los que más de una vez fuimos rechazados, empezamos a hacernos preguntas, a encontrar respuestas y a agudizar los sentidos y el análisis. Empezamos a evolucionar. Pero hay que reconocer que, probablemente, si no nos hubiera tocado tropezar tanto, nosotros también hubiéramos tragado el cuento.
Vemos que el mundo actual es una farsa armada por sectores minoritarios y sostenida por los exitosos y los que se limitan a vivir su vida en forma acelerada, sin tener tiempo para casi nada. Estos últimos representan la mayor parte de las poblaciones urbanas.
El buscador espiritual no encontrará muchas personas que sean "exitosas" -según las convenciones del mundo actual- y que al mismo tiempo se manifiesten en contra de este sistema. Porque es muy difícil que un humano se enfrente a aquello que le ensalza el ego.