Cap. 5 - No hacerse ilusiones con los poderosos

Cuando empezamos a abrir los ojos y a darnos cuenta de que el sistema funciona mal (hay hambre, pobreza, corrupción, la violencia se acepta más que hace treinta o cuarenta años) nos preguntamos por qué nadie hace nada para cambiar las cosas. ¿Por qué aquel político no reformula los usos y costumbres del Congreso como prometió durante la campaña? ¿Por qué mi amigo, que es un empresario exitoso y por ende debe ser inteligente, está satisfecho con el tipo de vida que llevamos? ¿Por qué defiende este sistema pese a que tiene miedo de morir en un asalto? ¿Por qué a las familias de mayor status no parece preocuparles que los alimentos sean de menor calidad y que contengan una mayor cantidad de químicos dañinos? ¿Por qué el intendente autorizó la instalación de una fábrica que va a contaminar justo acá, donde todavía no había llegado la polución ni el ruido de los autos? ¿Por qué si los informes científicos dicen que el planeta se encamina hacia la sobrepoblación nadie impulsa políticas razonables de regulación de la natalidad?
Existe una sola respuesta para las preguntas consignadas arriba (y para casi todas las preguntas): en los tiempos que corren, nadie va en contra de una forma de vida que lo ubica del lado de los "ganadores".
A aquel que por diferentes motivos -entre otros, su propia capacidad, claro- le toca triunfar, esto es, vivir bien y acceder a gran cantidad de bienes de consumo, le resulta virtualmente imposible detectar fallas en una estructura que lo deposita en un nivel superior al promedio.
La lógica es la siguiente: cómo voy a decir que esto es un error, si yo pude sacar provecho de esto.
Ni siquiera hace falta que nos encontremos con personas de pocos escrúpulos o inmorales para encontrar justificadores de nuestro sistema de vida (digo nuestro porque, inevitablemente, todos los seres humanos formamos parte de una gran sociedad globalizada). Hay mujeres y hombres de bien que llegan al lugar de los "ganadores" y, acostumbrados a vivir en un medio ambiente imprevisible y agresivo, prefieren cuidar esos pequeños éxitos personales antes que detenerse a observar las grietas. Pero no lo hacen con malas intenciones. Simplemente, ponen en práctica su sentido de la autopreservación. Porque ellos pudieron triunfar con esas reglas de juego y no saben si podrán hacerlo con otras. No quieren perder lo ya conquistado. Por eso no salen a pelear por un mundo distinto.
Para crecer, vale la pena sincerarse: generalmente, los que despertamos a una nueva visión de la vida hemos recorrido un camino con caídas, golpes y sinsabores. Y todos esos padecimientos, lentamente, nos fueron abriendo los ojos. Nos fueron mostrando que las cosas no funcionan tan bien, que no son tal como las cuentan en televisión y que, encima de todo, al planeta le quedan pocos años de vida si seguimos saqueando la naturaleza.
La mayoría de los que nos sentimos incómodos, los que nos apenamos por algunas costumbres difundidas, los que más de una vez fuimos rechazados, empezamos a hacernos preguntas, a encontrar respuestas y a agudizar los sentidos y el análisis. Empezamos a evolucionar. Pero hay que reconocer que, probablemente, si no nos hubiera tocado tropezar tanto, nosotros también hubiéramos tragado el cuento.
Vemos que el mundo actual es una farsa armada por sectores minoritarios y sostenida por los exitosos y los que se limitan a vivir su vida en forma acelerada, sin tener tiempo para casi nada. Estos últimos representan la mayor parte de las poblaciones urbanas.
El buscador espiritual no encontrará muchas personas que sean "exitosas" -según las convenciones del mundo actual- y que al mismo tiempo se manifiesten en contra de este sistema. Porque es muy difícil que un humano se enfrente a aquello que le ensalza el ego.

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