Cap. 6 - ¿Qué es el Bien?

Diferentes corrientes filosóficas modernas concluyen que la división entre Bien y Mal es falsa, que no existen los dos polos, sino que todo depende de quién sea el observador y qué juicio haga sobre una acción determinada. Lo que para mí está bien, para vos puede estar mal, según este análisis.
Otras argumentaciones aseguran que el Mal, en realidad, no tiene entidad propia, sino que es sólo un error. Que el Bien es evolucionar, crecer, y el Mal, simplemente, es no crecer.
Una concepción más tradicional para los oídos occidentales, habitual entre los católicos y entre quienes gobiernan el mundo, es pensar que la vida está regida por la lucha entre el Bien y el Mal. De un lado todo es luz y sabiduría y en la vereda de enfrente están aquellos que son feos, sucios, malos y que sólo quieren hacernos sufrir. Así, en general, todo se reduce a la siguiente máxima: "nosotros" somos los buenos y "ellos" son los malos.
Nosotros, los Estados Unidos, somo los buenos, y ellos, los íraquíes, son los malos. Nosotros, los católicos, somos los buenos, y ellos, los musulmanes, son los malos.
Considero que es verdad que existen dos polaridades (Bien y Mal), pero que no se trata de que los unos libren guerras contra los otros. Creo que la mayoría de las personas no son concientes de la existencia de estas polaridades y simplemente se dedican a vivir sus vidas, realizando numerosas acciones, sin tener un conocimiento profundo de lo que están haciendo, sino buscando satisfacer necesidades de corto plazo. Y me refiero tanto a personas comunes, como a otras que llegan a ocupar cargos de cierta relevancia.
Es así que la división entre las dos potencias (Bien y Mal) es, más que nada, una cuestión de sabiduría. Quienes empiezan a tener conciencia de las cosas que pasan en el mundo y de sus propios actos, son los que empiezan a tener noción de que deben buscar el camino del Bien para que todos vivamos mejor. Es una cuestión de estricta inteligencia. Amar el Bien y pelear por él tiene que ver con tomar darse cuenta de que nuestra supervivencia y calidad de vida (así como la de todos los seres vivos que habitan este planeta) dependen de educarnos, cuidarnos y fomentar nuestro desarrollo en armonía. Y que todo lo que resulte dañino a la sociedad, a la larga, no hace más que contribuir a nuestro propio sufrimiento y aniquilación. Por eso, pienso que existen acciones que responden a la idea de Bien y otras que responden a la idea de Mal, pero que en la mayoría de los casos hacer la elección correcta depende de nuestro nivel de sabiduría y no tanto de ser "santos inmaculados" o "brujos malditos".
Existen valores eternos que nunca podrán trastocarse y que hacen a la felicidad de todos. Descubrirlos o no, es un simple cuestión de conocimiento o ignorancia.
En este camino de sabiduría, que necesariamente debe estar deprovisto de fanatismo, también es importante saber que así como hay valores inconmovibles (como la defensa del vida, por ejemplo) hay límites que sí pueden moverse, porque no tienen sentido verdadero sino que están vinculados con un tabú de época. Siguiendo esta línea de pensamiento, se podría definir al Bien como aquello que se ajusta a los valores morales eternos, aquellos que sirven para construir una sociedad saludable y sustentable, mientras que el Mal tiende a destruir ese equilibrio.
Tomemos como ejemplo el valor vida. Se puede decir que aquella persona que organiza un comedor infantil o una escuela de oficios en su barrio para atender a chicos de la calle hace el Bien. Salva vidas. Por el contrario, aquel hombre que somete sexualmente a un menor de edad, realiza el Mal, porque su acción genera un grave daño físico y psicológico sobre otra vida. El que lleva a cabo una acción de tal carácter no solamente se priva de crecer y lastima gravemente a otro ser humano, sino que además pone su grano de arena para que el mundo sea un lugar aún más desagradable.
Pero esto no quiere decir que a la persona que hizo el Mal haya que torturarla, como si estuviésemos en la Edad Media. En ese caso, nosotros tampoco estaríamos respetando el valor vida. Lo que corresponde es el castigo terrenal, es decir, la privación temporal de la libertad para evitar que lastime a más personas. Seguramente, llegó a límites tan extremos por un paupérrimo estado espiritual y tratando de apagar una necesidad física fuera de control. Hizo algo terrible, pero no creo que se pueda decir que es el Demonio o algo parecido. Es un simple ser humano ganado por la ignorancia y las distorsiones emocionales.
Aquel que atiende a los perros y gatos callejeros del barrio, llevándole alimentos y, si su bolsillo se lo permite, brindándoles atención veterinaria, hace el Bien, porque se convierte en una vida que cuida a otras formas de vida. Un vecino que mata a los gatos del barrio realiza el Mal, aunque seguramente sin saberlo. En todo caso, si estos animales generan molestias, hay soluciones intermedias. Una puede ser la de organizar una movida en la zona para que alguna institución castre a los animales en forma gratuita o a bajo costo, evitando así que se genere una superpoblación. Otra posibilidad es pedir a las autoridades sanitarias que trasladen a los animales a las dependencias de alguna entidad que los mantenga en condiciones dignas (dignas de verdad).
En estos ejemplos, la idea es jugar a favor de la vida y evitar que una vida aniquile (física o mentalmente) a otra vida.
Ya que estamos por acá, una pregunta: ¿Matar a un animal es hacer el Mal? Hay distinciones. Aquel que mata a una vaca para darle de comer a su familia y poder sobrevivir no está haciendo el Mal. Porque honra la vida de sus seres queridos y la propia al buscar alimentos. Y porque nuestra estructura biológica hace que obtengamos grandes cantidades de energía ingiriendo el cuerpo de otros animales.
Pero aquel que mata una vaca (digo una vaca como puedo decir un puma, un cóndor, un ñandú o cualquier otro ser vivo) por simple diversión, sin que haya motivos importantes, ese sí juega para el Mal. Y probablemente no lo sepa. Simplemente, en su ignorancia, trata de calmar una necesidad de adrenalina y sangre.
Que los humanos seamos los animales mejor dotados del planeta (porque tenemos la capacidad de pensar, según dicen los libros) no nos otorga el derecho de someter al resto de las especies. Más bien, todo lo contrario. El que tiene mayor capacidad, tiene mayor responsabilidad. Un padre tiene más responsabilidad sobre su hijo, que un hijo sobre su padre. Un médico, porque sabe más, tiene más obligaciones con su paciente que el paciente con su médico.
Del mismo modo, al ser los humanos los seres vivos mejor dotados del planeta, tenemos la obligación de preservar a las otras formas de vida, que no pueden defenderse por sí mismas. Es lo que yo llamo la teoría del hermano mayor. Un hermano mayor, porque es más fuerte y está más maduro, tiene que cuidar a su hermanito. Tiene mayor responsabilidad que el chiquitito. Por eso tiene que protegerlo.
Lo mismo sucede en el mundo de la política internacional: que un país se convierta en superpotencia económica y militar, no significa que tenga derecho a someter al resto de los pobladores del mundo, como sucedía en épocas del Imperio Romano. Lo que debería hacer, aprovechando sus recursos extraordinarios, es impulsar medidas que contribuyan a que el mundo sea un lugar más agradable para todos.
Pero claro, para descubrir todas estas conclusiones, es necesario llegar a cierto nivel de conocimiento. Y justamente la educación es una de las instituciones que están en crisis en el mundo actual. A menudo tenemos la posibilidad de conocer gente que se vanagloria de tener un título (o más) y de haber estudiado en el exterior y que con sus palabras demuestra un gran nivel de ignorancia.
A la hora de distinguir entre Bien y Mal, tenemos que tomar en cuenta que toda acción genera consecuencias. Y esas consecuencias pueden significar un beneficio o un daño. Pueden generar alegría o angustia. Paz o guerra. Pero cuidado, porque no es tan sencillo. Es necesario prestar atención. Porque hay acciones que demandan un gran esfuerzo, pero que al final del camino resultan ser constructivas, sin que en el camino se haya dañado a nadie. Y otras que aportan diversión y placer al principio, pero a la larga destruyen. Debemos analizar cada situación y en base a eso decidir.
Nuestra tarea para que el Bien triunfe es caminar hacia él, acumulando sabiduría. Y ayudar a los demás a que puedan despertarse también.

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