Breve introducción

El cultivo de las cualidades espirituales dio origen, hace miles de años, a las grandes religiones (también a otras de menor repercusión). Y las religiones crearon valores que no hacían otra cosa que tratar de ordenar la vida del hombre en sociedad y preservar su salud.
Hoy, a los estudiantes de abogacía, de ciencias políticas y de otras disciplinas cercanas se les enseña que las primeras leyes con las que nacieron los Estados modernos fueron una manera de pasar en limpio y sistematizar conceptos religiosos ancestrales. Establecer un código de sanciones para quienes no cumplieran con los preceptos aceptados por la mayoría, con el objetivo de armonizar la vida grupal.
Así, en el Código Penal de cualquier país del mundo de hoy pueden hallarse rastros de los mandamientos judeocristianos, que bajo diferentes denominaciones y con distintos matices nacieron en casi todas las culturas del mundo, antes y después.
¿Qué es lo que se castiga con la cárcel o con el pago de abultadas multas? Se prohíbe matar, robar, estafar y diferentes acciones surgidas de la codicia (ya sea en su rama monetaria o en su rama carnal, como el abuso sexual). Es decir, se prohíbe casi lo mismo que prohíben las religiones a sus feligreses.
Las leyes del ordenamiento jurídico y aquellos valores religiosos tienen la misma finalidad: permitir que el hombre desarrolle sus capacidades sin ser devorado y sin devorar a nadie.
Este texto intentará ser como un sonajero que ayude a despertar las facultades espirituales dormidas -evitando la tentación del fanatismo- para lograr así comprender la importancia de aquellos valores que no deberían pasar de moda. Para que podamos sobrevivir.

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